Valle de Bravo, Estado de Mexico, October 2003
by Lic Miguel de la Madrid
Agradezco la amable invitación para participar en este Foro de Biarritz, en el cuarto de sus ya reconocidos "Encuentros Europa–América Latina". Eventos de esta naturaleza consolidan las relaciones económicas, políticas y culturales entre nuestros países y en lo personal, para los participantes. Permiten meditar sobre cuestiones fundamentales, resolver convencimientos, aclarar dudas, contrastar soluciones, acercar posibilidades. Con nuestros amables anfitriones el gobernador del Estado de México, Don Arturo Montiel y el Senador Alcalde de Biarritz, Dídier Borotra, en un espléndido lugar, Valle de Bravo, el conocimiento, la experiencia y la alegría, efectivamente hacen su encuentro.
La agenda temática definida es muy ambiciosa para enriquecernos en ideas y propuestas. Cubre lo fundamental de lo que ahora ocurre en el mundo, los asuntos que se discuten, los grandes problemas globales, el de las regiones y naciones. Los retos del siglo XXI en que estamos inmersos. Economía, política, cultura y comunicación, cruzan las cuestiones esenciales de nuestra cotidianeidad en espacios diferentes. De ahí el acercamiento de las regiones que se conocen y se respetan por siglos: Europa y América Latina.
Voy a concentrarme en la relación de Europa con América Latina, en algunos temas que todavía son muy complejos y que están determinados por hitos actuales. Su dificultad deriva de políticas, que como bloque, los países desarrollados imponen a los países en desarrollo, en este caso los de América Latina. Más allá de las buenas intenciones, está la razón práctica del poder, que para nosotros y, en general, para el mundo en desarrollo, se ha convertido en un callejón de difíciles salidas.
I. El fracaso de la OMC en Cancún
El fracaso de la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, de hace algunas semanas, pone de relieve que la cooperación internacional tiene mucha retórica y pocas nueces. Así, las negociaciones fracasaron para lograr avances en la liberalización del comercio mundial, en especial del agrícola. Esto impide la creación de oportunidades para los países productores del mundo en desarrollo. También limita la discusión y acuerdos en otros temas. Para el área latinoamericana, vulnera el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), insuficientemente estudiado, políticamente no resuelto, a pesar de entusiasmos declarativos. Este proyecto se contemplaba para el año 2005.
Esto significa la reticencia de los países desarrollados de resolver cuestiones globales con políticas que beneficien a todos, sobre todo a los países en desarrollo que son los más afectados. El bilateralismo y la regionalización tienen sólo resultados parciales, buenos para los países involucrados, pero perniciosos para los que quedan afuera. También significa incapacidad para las soluciones globales, en un mundo en que se cayeron las barreras ideológicas, lo que supone facilitaría la solución de los problemas.
La falta de acuerdo para hacer avanzar la liberalización comercial internacional hace imposible cumplir la meta de desmantelar todas las barreras mundiales al comercio para el año 2005, conforme fue establecido en noviembre del año 2001, en Doha Qatar.
Para el área latinoamericana, mientras nuestros países han planteado reiteradamente cortes en los subsidios agrícolas de Estados Unidos, nuestro mayor socio comercial, este país ha señalado que sólo lo hará como parte de un acuerdo con la OMC que involucre a la Unión Europea y a Japón.
La situación es grave antes y después del fracaso en Cancún. El gobierno de Estados Unidos ha dejado muy claro que después de esta experiencia, actuará fuera del marco de la OMC, haciendo acuerdos bilaterales y regionales, evitando el multilateralismo. Es grave porque pone en cuestión el funcionamiento de la OMC como la organización mundial creada para resolver la liberalización del comercio mundial. Hacer disfuncional a la OMC significa imponer la voluntad de los países ricos a los países pobres. Coloquialmente es la libertad de la zorra en el gallinero.
La demanda de los países en desarrollo es tan clara como lo siguiente: que los países desarrollados –léase Estados Unidos, la Unión Europea y Japón– reduzcan fuertemente sus subsidios agrícolas, que ascienden a mil millones de dólares por día. La dificultad política de resolver este problema, además de otros que nos afectan, igualmente en materia comercial, ponen en evidencia las diferencias entre el Norte y el Sur. Con toda razón los países en desarrollo se opusieron en Cancún a emprender nuevas negociaciones sobre las llamadas reglas de Singapur –propuestas sobre inversión, competencia, transparencia en compras gubernamentales, que los países ricos están impacientes por imponer para proteger los intereses de las empresas transnacionales en el mundo en desarrollo– hasta que no se resuelvan los subsidios agrícolas de los países desarrollados.
A pesar que dentro del bloque de países desarrollados, muchos años antes de la reunión en Cancún, en otras reuniones similares, habían diferencias, principalmente entre Estados Unidos y la Unión Europea, sobre todo en política agraria, y que impedía la celebración de acuerdos, en Cancún, tanto Estados Unidos como la Unión Europea y Japón, hicieron frente común para defender su política de subsidios.
Una vez más se pone en la mesa de discusión, y en la confrontación política, la fuerza de los intereses de las empresas, particularmente las transnacionales, que determinan que los gobiernos de los países desarrollados asuman posiciones casi irreductibles, que conduce a las prácticas asimétricas de la apertura comercial. Por ello, en Cancún hubo una oposición política a esto. Surgió el bloque del Sur, el G21, alianza de naciones en desarrollo en torno a Brasil, India, Sudáfrica y China. Fue un aviso de que la confrontación Norte–Sur continúa, ahora sin la coraza maniquea y manipulable del conflicto ideológico. Pero igualmente peligrosa. En la reunión de Cancún nadie ganó. En vez de un acuerdo, no hubo ninguno. Los países desarrollados no pudieron recibir la aprobación de su política de subsidios, porque fue rechazada. Los países en desarrollo no obtuvieron lo que querían, que era cancelarla. El bloque formado por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón no pudo, en el marco de la OMC, institucionalizar su política de subsidios.
Lo que seguirá como práctica comercial en tanto esto no se modifique, será el trato bilateral, imponiendo los países desarrollados sus prácticas comerciales, subsidios agrícolas, proteccionismos y condiciones. Creo que si se quiere un mercado agrícola mundial libre de distorsiones –sin subsidios ni apoyos internos– la única manera de lograrse es resolviendo las diferencias en la Organización Mundial de Comercio, instrumento multilateral de todos los países miembros.
El efecto Cancún ya se aprecia en otros foros multilaterales en donde los países en desarrollo también han tenido una importancia secundaria y reclaman voz y voto. De fortalecerse la posición de nuestros países, emergerá una visión más equilibrada y multilateral efectiva. El mismo Presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, señaló en la pasada reunión del FMI–BM, hace unas semanas, que la demanda de los países latinoamericanos por mayor participación en los mecanismos de toma de decisiones, del FMI y el Banco Mundial, refleja el contenido político de la reunión de la OMC en Cancún.
El fracaso de la reunión en Cancún nos dice que se maneja desequilibradamente el sistema comercial global. También el financiero mundial.
II. La Unión Europea, los mayores subsidios agrícolas
Si las tarifas consolidadas de los países que están en la OCDE para productos agrícolas son cuatro veces más altas que aquéllas para productos industriales, se entiende que el comercio de América Latina y de todo el mundo en desarrollo, con sus productos agrícolas, está marcado por grandes dificultades. Un ejemplo: la carne bovina europea es de baja calidad, pero no puede entrar la carne argentina, que es de alta calidad, por estas barreras. Por consiguiente, el consumidor europeo tiene que comer carne de baja calidad y a precios altos. Otro ejemplo: Europa subsidia el azúcar cultivada en la península escandinava, al mismo tiempo que cierra las puertas a las importaciones de productos de bajo costo que produce Mozambique. El libre comercio encuentra en estos dos ejemplos su limitación.
Esta protección favorece a los grandes intereses agrícolas de los países industrializados y reducen a escala mundial los precios y volúmenes comerciales de los productos agrícolas de los países en desarrollo. Para América Latina, donde dos de cada cinco familias dependen de la agricultura para su sustento, el panorama es doloroso.
Si matizamos el problema, Estados Unidos mantiene su posición de no eliminar de manera unilateral los subsidios agrícolas que otorga a sus productos si la Unión Europea tampoco lo hace. Consideran que Estados Unidos sólo otorga subsidios a sus agricultores en una magnitud de sólo el 30% de lo que hace la Unión Europea. Ésta es una explicación de la dificultad de colocar los productos agropecuarios de los países en desarrollo en Europa.
De hecho, la Unión Europea adoptó una posición muy dura en la pasada reunión de Cancún, al evitar tratar estos asuntos insistiendo en resolver los temas de Singapur, lo que polarizó las posiciones, mismas que condujeron a que las platicas se derrumbaran y que se cancelara la reunión.
También la Unión Europea no puede subestimar la aparición de verdaderas nuevas potencias económicas del Sur –Brasil, India y China–, y el rechazo de una pobreza que es cáncer para los países pobres. Además, en las próximas décadas, se producirá un cambio demográfico que verá cómo el Norte envejece frente a un Sur poderosamente joven. El 98% del crecimiento demográfico tiene hoy lugar en el Sur. Por ello, ¿por qué negar el desarrollo de estos países?
La Unión Europea debe replantearse sus decisiones estratégicas bajo la perspectiva de las próximas negociaciones. A todas luces, debe tener más en cuenta al Sur, porque es una realidad avasalladora. Tomemos el caso del algodón. Representa cerca del 75% de los ingresos por exportaciones de Benin, el 50% de las entradas de divisas de Malí, es el primer producto de exportación de Chad, y una producción fundamental para la economía de Burkina Faso. Más de diez millones de africanos viven de la producción de algodón. Pero, estos países se ven incapacitados para dar salida a su producción en el mercado mundial debido a las masivas subvenciones concedidas a los productores de los países desarrollados.
El jefe de los economistas del Banco Mundial, Nicholas Stern, es crítico de los subsidios agrícolas. Afirma: "son políticamente anticuados, económicamente ignorantes, ambientalmente destructivos y éticamente indefendibles. Es hora de terminarlos."
Lo deseable es que la producción agropecuaria se ubique donde existan las ventajas comparativas naturales a nivel mundial y que mediante la más alta libertad comercial, se consiga que los productos agropecuarios tengan la mejor calidad y precio.
El Banco Mundial estima que un buen acuerdo en el seno de la OMC podría inyectar ingresos por más de 500 mil millones de dólares anuales a la economía mundial para 2015 y sacar a 150 millones de personas de la pobreza.
III. Importancia del comercio de América Latina.
Global y con la Unión Europea
Por las limitaciones globales que se imponen a los países en desarrollo y las dificultades internas asociadas a políticas de desarrollo productivo y competitividad, la contribución de América Latina y el Caribe en las exportaciones mundiales sólo es de 6%. Por destino de ellas, el 60% se orienta a Estados Unidos, el 10% a la Unión Europea, el 17% al comercio intrarregional y el 13% a los países de Asia, África, Europa Oriental y Medio Oriente. México y Brasil, a su vez, representan el 65% de las exportaciones regionales.
Estados Unidos y la Unión Europea si bien tienen aranceles bajos en los productos no agrícolas, escondiendo crestas arancelarias y una progresividad por grado de procesamiento de las materias primas, en el caso de los productos agrícolas el arancel es muy elevado, además de una estructura arancelaria de protección poco transparente que añade la posibilidad de introducir aranceles discriminatorios como resultado de procedimientos antidumping, derechos compensatorios y salvaguardias.
La presencia de estas barreras introduce inestabilidad en las condiciones de acceso a estos mercados, lo que asociado a los escasos resultados de las negociaciones multilaterales, justifican el interés que han mostrado los países de la región en participar en todo tipo de negociaciones comerciales.
Falta desatar políticamente muchos nudos, para que el comercio entre América Latina y la Unión Europea se incremente sustancialmente. Sobre todo los nudos en el seno de la OMC.
Estas dificultades se hacen cada vez más evidentes cuando las principales locomotoras del crecimiento económico mundial –Estados Unidos, la Unión Europea y Japón– viven una etapa recesiva en sus economías, que afecta a todos los demás países, por una contracción en la demanda de sus importaciones y por el menor flujo de inversiones.
El efecto de América Latina ha sido inmediato. En el año 2000, por ejemplo, las exportaciones totales se elevaron en 9% y las importaciones en 12%. Dos años después, en el 2002, las exportaciones e importaciones presentaron resultados negativos de –1% y –7% respectivamente. También los flujos de capitales han disminuido, particularmente en estos dos últimos años, en que el desarrollo vertiginoso de China ha acaparado el interés de las empresas transnacionales. En México, por ejemplo, mientras que en 1999 antes del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y México la inversión extranjera directa que llegó de Europa fue de 3 600 millones de dólares, en el año 2002 bajó a sólo 1 725 millones de dólares. China es ahora el principal receptor de inversión extranjera directa, con montos equiparables a todo lo que recibe América Latina en su conjunto.
Al interior de nuestros países, hay cierre de empresas y desempleo, migración hacia las grandes ciudades o el exterior. A los gobiernos se les exigen programas a favor del empleo, incentivos a la planta productiva, desregulación, financiamiento barato, apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Políticamente una efervescencia de cuestionamientos, que erosionan la gobernabilidad. Misma que, desde mi punto de vista, sólo puede lograrse en lo interno con legitimidad de gestión, y en lo externo con apertura económica, pero con una actitud de preservar el interés nacional.
IV. Una reflexión final y propuestas
Creo que se están polarizando las posiciones entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo. El fracaso de la OMC en Cancún es un aviso de las nuevas formas de confrontación. La reciente reunión del FMI y el Banco Mundial en Dubai, con un nivel más mesurado de reclamos, planteó por parte de los países en desarrollo la necesidad de tener más voz y voto en las decisiones. El Grupo de los Siete concentra el 46% de los votos de los organismos financieros internacionales. Sólo Estados Unidos totaliza 17%. En cambio, y a contrapunto, toda América Latina sólo tiene el 5%. Resulta lamentable que Brasil, la mayor economía de la zona, sólo cuenta con el 1.4%; México el 1.2%; Argentina el 0.9%, y Chile el 0.4%. Las naciones centroamericanas suman cada una 0.04%.
Todo esto nos dice que mientras no se resuelvan cuestiones fundamentales de inequidad multilateral y un esfuerzo de regular la globalización, la potencialidad que tienen nuestros países de ampliar y robustecer la relación con Europa, seguirá siendo magra.
Hay mucho trabajo político de todos los países para superar estas dificultades. No hacer nada significa caer en la tiranía de la alternativa inexistente. O sea, todo está mal, lo que tenemos es la fuente primigenia de toda injusticia y de que ya no hay otras opciones. Esta alternativa es despreciable por su contenido anarquizante. Pero hay que trabajar para evitarla. Esto significa revisar cuidadosamente las propuestas de los países y fortalecer los mecanismos multilaterales, para que sean eficaces y representen los intereses de todos los países involucrados.
Creo que podemos avanzar en el fortalecimiento de nuestras relaciones económicas con Europa. Formulo tres ideas:
1. Actuar en los mecanismos multilaterales de comercio, sin la actitud de todo o nada. Hay que progresar gradualmente, con sentido estratégico. Lo contrario es el estancamiento en que estamos inmersos ahora, y que afecta a todos.
2. Hay que aprovechar el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y México. Las empresas mexicanas lo han desperdiciado, evitando diversificar nuestras exportaciones a través de este Tratado que tiene tres años. En este periodo, mientras que nuestras exportaciones a Europa casi no se movieron al aumentar menos del 1%, las importaciones que hicimos de Europa se elevaron en ese periodo en 31%. México no está aprovechando los cupos que negoció en este tratado, con lo que aun cuando goza de libre acceso para ciertas cantidades de flores, chícharos, jugos de naranja o de piña, miel, fresas, huevo, espárragos, sus exportaciones en estos productos han sido casi nulas.
3. Los productores mexicanos deben organizarse fortaleciendo sus cadenas productivas, creando asociaciones o cooperativas y consolidando la oferta exportable de sus productos. Esto último para reducir los costos del flete. Las experiencias positivas que tenemos con la exportación organizada entre varios productores de plátano, aguacate, uva, tomate y berenjena, señalan el camino.
Termino con una amable alegoría del mundo clásico. Zeus, según la mitología, rapta a Europa y se la lleva a espacios lejanos. Análogamente, España y Portugal raptan a Europa y la traen a América. La influencia cultural que viene del siglo XVI define parte de lo que somos y conforma el mestizaje. En la plaza de las Tres Culturas, en el corazón de la antigua Tenochtitlán, hay una inscripción que dice: "El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, Tlatelolco cayó en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy." La geopolítica, sin embargo, siempre ha estado asechando cerca. Busquemos las formas políticas y culturales de los reencuentros.